Por coincidir con la Octava de Pascua, la celebración litúrgica de la festividad de San Isidoro no será, como es habitual el 26 de abril, sino el viernes 3 de mayo a las 20 horas, en nuestra Parroquia de San Isidoro.
San Isidoro de Sevilla nace en Cartagena en torno al año 560, y fallece en Sevilla en 636. Fue arzobispo de Sevilla desde el año 599 hasta el 636, considerándosele uno de los grandes eruditos de la temprana Edad Media.
San Isidoro impulsó los proyectos para la asimilación de los Visigodos, que ya llevaban dos siglos en Hispania, a fin de conseguir un mayor bienestar, tanto político como espiritual, del reino. Para ello, ayudó en la conversión de la Casa Real Visigoda (arrianos) al Catolicismo, e impulsó el proceso de conversión de los Visigodos, presidiendo el segundo Sínodo Provincial de la Bética en Sevilla (Noviembre de 618 o 619, reinando Sisebuto), al que asistieron no sólo prelados españoles, sino también obispos de Narbona y Galia.
Cuando ya era muy mayor, presidió el IV Concilio de Toledo (633), que requirió que todos los obispos estableciesen seminarios y escuelas catedralicias, siguiendo las directrices establecidas por Isidoro en Sevilla (fue prescrito el estudio de griego y hebreo, así como de las artes liberales; el interés por las leyes y la medicina también fue alentado).
Marcó la unificación litúrgica de la España Visigoda e impulsó la formación cultural del clero. El concilio fue un reflejo de las ideas de Isidoro. Pero el mismo no sólo produjo conclusiones de carácter religioso o eclesiástico, sino también político. El lugar ocupado por el rey y la deferencia a él debida en el concilio es también destacable.
Escribió tratados filosóficos, lingüísticos e históricos. De entre sus numerosas obras destacan: De natura rerum (Sobre la naturaleza de las cosas, un libro de astronomía e historia natural dedicado al Rey Visigodo Sisebuto), De ordine creaturarum, Regula monachorum, De differentiis verborum (que es más que un libro de sinónimos sino un breve tratado teológico sobre la doctrina de la Trinidad, la naturaleza de Cristo, el Paraíso, los ángeles y los hombres) y, sobre todo, Originum sive etymologicarum libri viginti (Etymologiae o Etimologías). Dividida en veinte libros, con 448 capítulos, constituye una enorme obra enciclopédica en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época (Teología, Historia, Literatura, Arte, Derecho, Gramática, Cosmología, Ciencias Naturales…). Gracias a esta obra se hizo posible la conservación de la cultura romana y su transmisión a la España visigoda.
Isidoro fue muy leído durante la Edad Media y Renacimiento, cuya influencia fue enorme entre sus contemporáneos. Braulio, obispo de Zaragoza y amigo de Isidoro, le describió como un hombre elegido por Dios para salvar a los españoles de la marea de barbarie que amenazaba con inundar la civilización clásica en Hispania. El VIII Concilio de Toledo (653) manifestó su admiración por la figura de Isidoro con las siguientes elogiosas palabras: «El extraordinario doctor, el hombre más erudito de los últimos tiempos, el siempre nombrado con reverencia, Isidoro». Este tributo fue ratificado por el XV Concilio de Toledo, celebrado en 688. Entre sus discípulos se encuentra San Ildefonso de Toledo.
Todos los escritos históricos medievales de España estuvieron basados en las obras de San Isidoro. Hasta el siglo XII, fue transmitido mediante traducciones de orígenes árabes, siendo una de las fuentes principales para la penetración en Europa de los trabajos de Aristóteles y otros griegos.
Fue canonizado en 1598, y en 1722 el papa Inocencio XIII lo declaró Doctor de la Iglesia.